Porque sonrío, aconsejo, conecto con las personas, establezco vínculos, emociono. Porque no sólo hablo, también escucho. Porque sé de lo que hablo. Porque hago que valga la pena. Porque hace más de 40 años que nací encima de una zapatería, la de mis padres. Porque hace más de 30 años que viajo a ferias de calzado, me relaciono con fabricantes, proveedores de materias primas, distribuidores, colegas, modelistas y tenderos.

Han cambiado los hábitos y la manera de comprar. Cuando cuesta tanto, es la hora de los que amamos lo que hacemos. Nos adaptamos y evolucionamos; sin renunciar a mantener un modelo comercial tan arraigado en nuestro país, el que da forma a nuestros pueblos y ciudades.

El ruido, causado por la sobreinformación, y la feroz competencia de un producto que se diferencia poco en su función y sus características, abre infinitas alternativas de compra al cliente. Esto convierte a un buen vendedor en una ventaja competitiva para la marca. La interacción y la retroalimentación entre vendedor y comprador toma más importancia. Ponerse en los zapatos del otro. Ser empático y conocer bien el contexto individual de cada uno de sus clientes. Ayudar a comprar bien para vender mejor.

Por eso, las marcas para las que colaboro saben que es vital contar con un eficaz vehículo de comunicación humano con sus clientes. Porque les aporto beneficio a sus productos. Porque conocen la importancia de la inteligencia emocional, social y comercial. Porque quieren a un Vendedor de Valor Añadido.